Día de los trabajadores: en la humildad de San José recordamos que todo trabajo es digno y justo

En el día primero de mayo, como Iglesia recordamos a San José Obrero, fiesta instaurada por el Papa Pio XII en el año 1955 (que coincide con el día mundial del trabajador) y que le concedió el título, en esta advocación, de protector y patrono de todos los trabajadores.

En el recuerdo de este santo protector, que formó parte de la Sagrada Familia de Jesús (en el cuidado paternal y familiar), se encarna lo que la Iglesia proclama en su doctrina social sobre la dignidad del trabajo y el cuidado de la familia.  En la humildad de San José, recordamos que cada trabajo es digno y justo y que será siempre un derecho que forma parte de la vida de la familia y por lo cual, merece su respeto y protección.

La tradición cristiana atribuye a S. José este cuidado especial por la sagrada familia de Nazareth, también desde la relación de su oficio del trabajo manual como carpintero (Mt 13, 55-57).  Si bien es cierto, no está especificado en ningún texto bíblico este argumento, es loable intuir que el padre adoptivo del niño Jesús, como todo padre de familia hebrea, tenía la obligación moral, social y cultural, de enseñar y educar a su hijo; por supuesto, el niño Jesús no sería la excepción. El “hijo del carpintero”, también aprendió el oficio de su padre.   O sea, esta relación de familia y trabajo, también están presentes en la vida del niño Jesús de Nazareth.

A partir de esto y desde nuestros valores cristianos, se desprende entonces este argumento doctrinal que refiere a la relación muy particular que une a la familia con el trabajo.   Así lo expresa el Catecismo de la Doctrina Social de la Iglesia: “El trabajo es esencial en cuanto representa la condición que hace posible la fundación de una familia, cuyos medios de subsistencias se adquieren mediante el trabajo.  (…) La aportación que la familia puede ofrecer a la realidad del trabajo es preciosa, y por muchas razones, insustituible.” (Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, n. 249)

San José Obrero nos recuerda que el trabajo es para la familia y no la familia para el trabajo.  En la familia se forja la pequeña sociedad y la pequeña iglesia doméstica, donde surgen los valores como: el respeto, la solidaridad, la responsabilidad y todo lo que fortalece el bien común para una sociedad más justa y equitativa.  Pero en una cultura materialista, con sistemas económicos que no favorecen al desarrollo integral de la familia y que ponen obstáculos para el desarrollo de las diversas funciones de los padres en relación a sus hijos, lamentablemente el fortalecimiento de la familia queda al debe y el trabajo en vez, de ser un factor positivo para las familias pasa a ser “por necesidad” un elemento que gatilla diversos vacíos valóricos, afectivos, espirituales y emocionales en la estructura familiar.

Si bien es cierto, es destacable que en la sociedad, cada vez más se está tomando conciencia de los derechos y la dignidad del trabajador, aún existen realidades que tienen que mejorarse y no sean un obstáculo para el bienestar de la familia (el desempleo, el alto costo de la vida, las pensiones mínimas, las jubilaciones, etc.); esto último, ya lo hemos constatado como sociedad chilena, en la gran manifestación y movimiento social que hemos tenido como país.  Y ahora, por ejemplo, en el contexto de esta Pandemia que estamos viviendo son muchas las situaciones de personas que han perdido sus trabajos debido a que su empleador ya no puede seguir costeando el salario para su trabajador y la cesantía está cada vez más en aumento.  Es comprensible la cruda realidad de las microempresas, pymes u otras fuentes de trabajo donde simplemente ya no se puede continuar; pero esto no puede dar pie a situaciones donde se vean vulnerados los derechos del más débil (por ej.: el mal uso o abuso de las leyes laborales; el aprovechamiento de despidos en masa de parte de empresas más grandes o transnacionales; violencia y racismo en contra de los hermanos inmigrantes que han encontrado una oportunidad en nuestro país, etc.).   Es triste ver cómo la necesaria solicitud de la frase promovida en los medios de comunicación y redes sociales: “# quédate en casa”, para las personas que lo están pasando mal en estos días pasa a ser realmente un problema, ya que no tienen como llevar el pan a sus hogares y se ven obligados a salir a buscar el sustento para sus familias, por que NO pueden quedarse en sus casas ante la necesidad.

Todas estas situaciones y otras que tienen relación con la dignidad del trabajador y su familia, deben ser tuteladas por la autoridad y la clase política; es un deber ético-social y en este sentido se valoran todas las iniciativas de ayuda y contención.  Mientras que de nuestra parte como Iglesia, además de promover estos derechos y denunciar lo que no está bien, nos corresponde estar atentos a las situaciones de los más vulnerables (especialmente de los más pobres), junto con el desarrollo creativo de instancias de colaboración y solidaridad para que juntos como hermanos nos apoyemos mutuamente y podamos realmente anunciar la esperanza de Jesús resucitado en aquellos que están pasando por momentos de tribulación.  En esto último, el apoyo y la proactividad de los laicos en la comunidad eclesial es muy importante y necesaria; es aquí donde se valora la respuesta a la “unción” que han recibido por el sacramento del bautismo.

Nos queda harto por hacer y solos no lo podemos realizar, es en estos momentos en que debemos estar más unidos; nos necesitamos como hermanos, para apoyarnos y cuidarnos en esta Pandemia.  A san José Obrero, patrono de los trabajadores le pedimos su protección para que interceda por todos aquellos que están pasando necesidades a causa del desempleo y también, que cuide (así como cuidó al niño Jesús) a nuestros hermanos que tienen la oportunidad de un trabajo digno, sobre todo a aquellos que están más expuestos por razones laborales al contagio del CORONAVIRUS. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y que María nuestra madre, junto a san José Obrero, su casto esposo, escuchen nuestras oraciones y plegarias.

 

ALEX GALLARDO QUELIN

Vicario de Pastoral Diocesano

 

 

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