Homilía para el domingo 18 de septiembre del 2016

Hermanos y hermanas,

Reitero mis saludos a todas las autoridades presentes, y a todos los hermanos que aquí en la catedral, como a quienes por medio de la audiencia radial se hacen parte de esta especial Acción de gracias, en el aniversario de la patria que  también festejamos delante de Dios, “porque ÉL quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”, como nos recuerda  s. Pablo en la carta a Timoteo que hemos oído.

1.- La luz del evangelio.

El evangelio de hoy corresponde al texto que es proclamado  en la liturgia dominical en  toda la Iglesia en el mundo, y que debemos acoger y aplicar a nuestra historia particular. Me parece muy atingente  el contenido y enseñanza del texto evangélico, cuando reflexionamos el pasado reciente, el presente y deseamos un futuro esplendor para nuestro Chile. Desde  la palabra de Dios, desde nuestra  fe en Jesucristo  admiramos y asumimos que la patria es un don Dios, un regalo o un bien precioso compartido a nivel personal y comunitario, y del cual no debemos ser dueños egoístas o privatizantes. Según las palabras de Cristo no somos propietarios, sino llamados a ser administradores responsables y honrados de todo aquello que hemos recibido,  buscando el bien de los demás, con especial preferencia por los más necesitados. Lo que la reflexión ética del ser humano logra entender, la fe cristiana  lo ilumina, lo reafirma y le da  un sentido y proyección eterna.

Para comprender bien la parábola del “administrador infiel” con la cual nos enseña  Jesús a usar en forma justa los bienes de este mundo, en especifico el dinero,  debemos recordar un aspecto del contexto cultural de la época, de lo contrario podríamos entender erróneamente lo que Jesús nos enseña cuando  alaba la actuación del administrador infiel, daría la impresión que alaba la pillería. Pero según las costumbres de la época, cuando un administrador reducía el importe de un recibo, disminuía su propia comisión. Por esta razón, el dueño alaba al administrador injusto, ya que ha sabido aprovechar el plazo de tiempo que le quedaba distribuyendo generosamente el dinero del que es administrador. Lo que hace este mayordomo infiel es reflexionar seriamente, y logra usar con astucia la posibilidad que tiene de postergar sus ganancias inmediatas para enfrentar su futuro. Por supuesto, el evangelio no aprueba la deshonestidad del mayordomo, sino su sagacidad. Si miramos bien veremos que el administrador infiel hace un acto de desprendimiento  inmediato para ganar amigos, para una recompensa mayor frente a la vida incierta que se le viene por delante.

Entonces, Jesús nos enseña que no sólo la honradez, sino también el desinterés inmediato  y el buen uso de los bienes presentes como es el dinero, que deben ayudarnos  a procurar un bien superior que llega hasta la eternidad.

La mejor inversión nos enseña Jesús es invertir en los pobres, en los hermanos más vulnerables. Esto es más atendible, sabiendo que la “dulce patria” que cantamos en nuestra canción nacional, no es una realidad para todos por igual, aún no hay una distribución justa que también perjudica la convivencia.

2.- Nos cuestiona la realidad presente.

Cuando miramos los  casos de corrupción, de estafa y deshonra en distintos niveles de nuestra sociedad chilena, sobre todo de aquellos que son llamados a ser servidores públicos, percibimos la importancia de poner en orden nuestros valores, y no dejar que el dinero sea una meta en sí mismo, y que  la avaricia domine nuestra convivencia y nuestras relaciones. Porque esto, al final produce desconfianza, injusticia y decepción profunda  entre personas, instituciones y autoridades. Nos paraliza, nos confunde, y como siempre son los más pobres los más perjudicados. Es decir, que se constata entre nosotros y en el mundo que cuando el dinero se idolatra, se convierte en un dios ( en un bien supremo), entonces la humanidad se denigra, produce injusticia, dolor y hasta la muerte de muchos seres humanos.

El dinero es simplemente un medio que se  vuelve vil porque nosotros no lo usamos honradamente. El dinero por el dinero, el poder por el poder destruye personas, familias y sociedades.  Basta mirar con un poco de tención la historia de la humanidad.

Las noticias y estadísticas sobre la circunstancias actuales, muestran las desconfianzas en las instituciones y en las personas, por los reclamos por los derechos  básicos a la salud, por una buena  educación, por pensiones dignas, por la urgente atención a los niños y jóvenes más vulnerables de nuestro país,  por obras y leyes de bien común atrasadas o mal ejecutadas, por la destrucción por el fuego intencional  de iglesias y vehículos en la Araucanía, por  el proyecto de ley  pro abortiva, por la depredación de los recursos naturales y la contaminación, etc, Todo esto no lleva a tener  sentimientos de desanimo y una visión pesimista, y por tanto necesitamos reavivar la esperanza volviendo  nuestras mente y corazón al Señor que quiere, y está dispuesto a reconstruir la “casa común” con la colaboración de todos  nosotros.

3.- Signos de esperanza.

En este sentido, es positivo que volvamos a descubrir la importancia de La formación ética y cívica: ¿Cuánto necesitamos educarnos en nuestra conciencia cívica, en valores y criterios de acción donde el servicio a los demás sea nuestra recompensa, donde valores trascendentes sean nuestras metas?… La alegría de servir honradamente, servir por amor, servir por misericordia. El valor de la participación, respeto y paz ciudadana.  Lo que la ética humana llega a postular como bueno y verdadero, el evangelio de Jesucristo lo reafirma y lo proyecta como un bien que alcanza hasta la vida eterna.

A la luz del evangelio debemos agradecer todo lo que el Señor ha dado a nuestra patria, nos llena de esperanza porque aquí  y allá, a lo largo y ancho de nuestro Chile encontramos brotes y frutos de esfuerzo, de trabajo y de superación que nos muestran que podemos salir adelante, y que la generosidad es posible. Cuando se administra bien y con justicia, los recursos alcanzan, y si no alcanzan es porque hay mala distribución, y con dolor descubrimos que la injusticia prevalece.

Nos alegra que el conflicto de social que afectó en el mes de mayo pasado a Chiloé y toda la Región, se esté poco a poco superándose, pero no podemos olvidar que la “marea roja” es un nuevo signo  de que no estamos cuidando suficientemente nuestros recursos naturales, que no estamos cuidando nuestra “Casa común”,  y que nos queda mucho por hacer. No podemos esperar hasta un nuevo estallido social y ambiental.

También al país le hace bien las leyes de transparencia, y que se haya iniciado un proceso participativo donde se reflexione para una nueva Constitución o Carta  Fundamental de la Republica. Es conveniente que con ello se busque actualizar y profundizar los principios fundantes de nuestra convivencia, pero sin perder nuestras raíces culturales y los valores que conforman nuestra identidad. Podemos y debemos podar el árbol, pero seríamos malos administradores si cortamos las raíces de ese árbol que nos ha dado frutos positivos.  Debemos proyectar un desarrollo para Chile, sin dejar de conservar lo más valioso y permanente de lo que conforma nuestra identidad desde nuestros orígenes. En este sentido debemos poner mucho empeño es ser buenos administradores de lo que las anteriores generaciones de chilenos y chilenas nos han entregado con esfuerzo, y ciertamente mejorarlo para las presentes y futuras generaciones.

No olvidemos, que no sólo la patria y la historia nos juzgará, sino también Dios nos pedirá cuenta de aquellos que hemos recibido como Don y Tarea. Esto no es una amenaza, sino una toma de conciencia de nuestra responsabilidad, de nuestra libertad.

4.- “Tratemos con misericordia nuestra casa común”

En estas fiestas de la patria, al reflexionar y celebrar  nuestra situación como nación, sabiendo que es la “casa común” de todos los que habitamos este país, debemos sentirnos  interpelados y preguntarnos:  ¿tratamos con misericordia nuestro país?  … es decir, ¿estamos construyendo un país con justicia, con verdad, con perdón, con respeto  por la vida de los otros, haciendo nuestro máximo empeño por cuidar el medio ambiente  natural y social donde vivimos?…

Nos asaltan serias dudas, cuando las leyes se hacen en forma deficiente, como la injusta “ley de pesca” que afecta a muchos pescadores artesanales y su familias, y otras leyes no bien planteadas y articuladas que ponen en peligro la economía, estabilidad y recursos del país.

Nos preocupa con profundo dolor que se busque aprobar la ley llamada despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en tres causales que aparentemente busca resolver momentos trágicos en la maternidad de una mujer, pero que en definitiva  atenta contra el derecho fundamental de la vida de un ser de la especie humana que se desarrolla en el vientre de su mamá.  Y con esto, estamos hiriendo la base de todos los derechos humanos que sustentan nuestras sociedades.  Este no es el camino para solucionar momentos dolorosos y complejos de la maternidad. Debe respetarse y conjugarse el derecho a la vida de la mujer y del niño, y se deben priorizar los derechos.  Tratemos con misericordia a nuestra casa común y también a nuestros hijos por nacer. Este es un deber de todo chileno, y más aún para quien se reconoce como seguidor de Jesucristo y su evangelio.  Debemos ser coherentes y consecuentes cuando nos llamamos y  nos consideramos cristianos.

5.-  Orar y Trabajar.

Estamos aquí delante de Dios para reflexionar y orar.  Cuando oramos no es para convencer a Dios sobre los que nos pasa y nuestras necesidades, sino para abrirnos a la escucha de lo que Él nos dice para nuestro bien y  abrirnos a sus dones, y a las gracias que nos dan la fuerza para convertirnos en constructores de un mundo y un país mejor.  Orar agradecidamente porque Dios nos da un mundo, una casa que es nuestro país, con muchas posibilidades para todos y no sólo para algunos, para los que hemos nacido aquí y para los hermanos que han llegado de otro país.  Orar para entender y alegrarnos de saber que Dios no nos deja solos, y se reafirma  lo que dice el salmo: “si Dios no construye la casa en vano se cansan los albañiles”. Cuando construimos sin Dios, al final destruimos.

¿Qué tenemos que hacer? cada uno aportando con su grano de arena para la construcción y cuidado de nuestra casa común. La oración nos abre a la acción poderosa del Espíritu Santo que hace maravillas, y provoca que tengamos una esperanza activa.

Los invito que mirando nuestra Patria con un corazón grande de chilenos, en particular con aquellos  compatriotas que se postulan para cargos públicos a nivel municipal y nacional, hagamos nuestra la oración de  s. Francisco de Asís, un hombre que supo administrar bien lo que Dios le regaló y rezaba diciendo:

Señor, haz de mi un instrumento de tu paz.
Que donde hay odio, yo ponga el amor.
Que donde hay ofensa, yo ponga el perdón.
Que donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que donde hay error, yo ponga la verdad.
Que donde hay duda, yo ponga la Fe.
Que donde hay desesperación, yo ponga la esperanza.
Que donde hay tinieblas, yo ponga la luz.
Que donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, como consolar,
ser comprendido, como comprender,
ser amado, como amar.
Porque  dando, se recibe,
olvidándose de sí mismo, uno se encuentra a sí mismo,
perdonando, se es perdonado,
muriendo, se resucita a la vida eterna. 

María, Nuestra Sra. Del Carmen, madre de nuestra patria, nos acompañe. Amén.

+Juan María Agurto Muñoz, osm
Padre Obispo

Ancud, 18 de Septiembre del 2016.-

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